Luciano González Rizzoni, conocido como el “bulldog”, creció en nuestra hermosa provincia de La Rioja, donde sus primeros pasos en el rugby dejaron una huella imborrable. Desde pequeño, su pasión por el deporte se encendió, acompañado por su padre, quien lo llevaba a entrenar en el Club Social de La Rioja.

A la edad de 8 años, su vida dio un giro al mudarse a Córdoba, lo que significó un desafío significativo. “Fue difícil al principio porque en La Rioja ya tenía mis amigos”, cuenta. Sin embargo, el amor por el rugby y el sueño de representar a Argentina lo impulsaron a adaptarse. En ese entonces, todos los jóvenes como él soñaban con vestir la celeste y blanca y Luciano entendió que su futuro en el deporte podría ser más brillante en Córdoba.

Decidió unirse a La Tablada, el club donde también había jugado su papá. “Creía que era un lugar para mí, con el legado de mi viejo”, recuerda. Su padre nunca le impuso presión y le dejó la libertad de elegir su propio camino. Años después, Luciano no solo se siente agradecido por esa elección, sino que también reconoce cómo cada experiencia en su infancia contribuyó a forjar su carácter y determinación.

Una de las anécdotas más entrañables de su infancia revela su devoción por el rugby. Un día, paseando con su padre, vio una camiseta de los Pumas y se la pidió con fervor. Su padre, con firmeza, le dijo: “No, te la tenés que ganar”. Aunque parecía un reto imposible en ese momento, Luciano aprendió que con esfuerzo se pueden alcanzar las metas. Años más tarde, pudo regalarle esa primera camiseta, que ahora su padre guarda con orgullo.

Hoy, con 27 años y un lugar destacado en el equipo argentino de rugby seven, Luciano González Rizzoni no solo representa a su provincia natal, sino que también encarna el espíritu de lucha y perseverancia que inspira a las nuevas generaciones de deportistas. Su historia es un recordatorio de que los sueños pueden comenzar en la infancia, en un pequeño club en La Rioja, y llevar a grandes logros en el escenario mundial.